lunes, 22 de agosto de 2016

HUACA DEL ZAPATO

Un viejo sembrador de San José, una noche de luna llena, con los viejos caminos y los campos iluminados con mucha claridad, iba andando con su palana en el hombro y con puñado de hojas de coca en la boca, masticando lentamente. De pronto, vio que en la huaca del zapato había una luz que irradiaba un fuerte resplandor, de donde salía un extraño ruido como el de las olas del mar. Una pesadez embargo su cuerpo y su espíritu. Llevado por la curiosidad, se acercó con un poco de temor. De repente, vio una planta de limones que tenía esos hermosos frutos amarillos que en la oscuridad de la noche brillaban intensamente y se mecían sin que ningún viento soplara, invitándolos a cogerlos.

Como sabía que en esa huaca nadie había sembrado limones, tuvo miedo de cogerlos. No atinaba que hacer, quiso correr y huir pero no podía moverse. Se quedó estático, empezó a temblar hasta que sacando un poco de valor y fuerza desde lo más hondo de su ser, estiro la mano y evitando que las espinas del limonero lo hieran, cogió dos limones, los más cercanos y fáciles de tomarlos. Los guardo en sus bolsillos y sin mirar hacia atrás salió corriendo, sintiendo que alguien lo seguía.

Muchas voces y ruidos salían detrás de él pero no les hizo caso y corrió,… corrió como loco, cruzo los campos, salto acequias y por fin desfalleciente, sin aliento, llego a su casa, entro sin decir nada, ingreso a su dormitorio y se quedó dormido hasta el día siguiente.

Al despertar por la mañana, no se acordaba de la aventura pasada durante la noche pero sentía un profundo dolor de cabeza y su garganta reseca. Como pudo se levantó para tomar un poco de agua y meter la mano a su bolsillo dio con los limones, pero su sorpresa fue mayor, cuando al sacarlo vio que esos limones eran de oro, entonces recordó lo que le había pasado.

Dicen que con ese oro compro más tierras y llego hacer un próspero agricultor de la zona.


Miguel M.



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