sábado, 4 de julio de 2015

LA PUERTA Y EL MELODIO


Guillermo y Ramón, discípulos del colegio “San Juan de la Cruz”, de Chocope, repasaban sus lecciones muy animadamente entre la iglesia y el convento. Tenían examen de Historia del Perú y querían aprovechar la fresca de la noche, así como la tranquilidad del lugar y la abundante luz que reflejaban los focos. Esa noche querían trasnochar, no cabía duda. Pues, el promedio conseguido durante el año era bajo.
 
Estaban convencidos que la tranquilidad y la frescura del ambiente, les permitiría asimilar con rapidez los conocimientos. Efectivamente, había una paz sepulcral. Este hechizo se rompió fijo a las doce de la noche en punto, al escucharse un ruido intenso que provenía desde la iglesia, al mismo tiempo que se dejaba escuchar una hermosa melodía religiosa, propia de una misa. El estrepitoso ruido del chillido de la enorme puerta y la música hicieron que los jóvenes levantaran las cabezas un tanto sorprendidas.
— ¿Qué pasó?— se preguntaron.
— Creo que fue en la iglesia— respondió uno de ellos.
— ¿Vamos a ver?
— ¡Vamos!— dijo el otro. 
Cerraron sus cuadernos, lo pusieron debajo del brazo y caminaron sigilosamente con dirección a la iglesia, comprobaron que el templo permanecía cerrado que ningún melodio estaba funcionando.
Pensaron que, de repente, habían sido figuraciones suyas. Pero, un fuerte viento que sopló en esos momentos les hizo cambiar de parecer. Sintieron gran temor. Con los pasos vacilantes y los ojos cerrados retrocedieron y una vez a la altura del convento emprendieron una veloz carrera. Los estudiantes eran vecinos. Al día siguiente, muy temprano, los amigos les contaron a sus padres lo ocurrido anoche; pero, estos no les creyeron.
— ¡Están locos, como creen que en pleno siglo XX existan fantasmas!— fueron respuestas frías las que recibieron.
No obstante las respuestas de sus padres, los estudiantes decidieron sacarse el “clavo”. Para ellos lo que oyeron no era producto de su imaginación. La noche siguiente decidieron estudiar en el mismo sitio, acompañados esta vez por un amigo, el más incrédulo. La paz y el sosiego resplandecían en el medio ambiente. El lugar en verdad era propicio para devorarse cuantas materias disponían. Los tres amigos miraban con mucha atención sus libros, en un afán de aprenderlos de cabo a rabo. La concentración de los estudiantes se vio perturbada, faltando seis minutos para las doce de la noche. El chirrido de un portón y las notas musicales de una extraña música, les llamo la atención.
— ¿Escuchaste?—  pregunto Ramón a Guillermo y a Pedro.
— ¡Claro! —dijeron con voz temblorosa.
Guardaron los libros y se pusieron en pie y fueron a averiguar qué es lo que había provocado dicho fenómeno, Un temor incontenible les invadió sintieron que poco a poco como una verdadera pesadilla les atenaceaba el corazón. No pudieron aguantar más, echaron a correr sin percatarse de lo sucedido. Los tres amigos con la experiencia ganada no volvieron más por ese sector. Prefirieron estudiar en sus respectivas casas.

Luis Chuquipoma Muñoz

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